Saludos oh oscurisima cofradía del mal. Primero que nada quiero agradecer a LARUTADELMAL por invitarme a formar parte de este proyecto; y es que tiene algo de lógica, un perro nunca esta de mas...
Caballitos de Batalla, Caballos de Estampa:
Hace mucho mucho tiempo, cuando los hombre ricos y poderosos no se desplazaban en lujosos coches alemanes, éstos tenían caballos. Y es que cualquiera que se diera a respetar sin importar su oficio tenía que tener un buen caballo para presumir.
México no es la excepción a esta regla, donde el hacendado, además de ser amo de vidas y obras de todo y de todos los que vivían en sus tierras (incluída las de su servidor, Mato), tenía en su haber caballos y de entre ellos siempre estaba el Caballito de Batalla y el Caballo de Estampa.
El Caballito de Batalla nunca se raja, esta ahí para cargarlo en las buenas y en las malas. Nunca se enferma ni se tropieza; es ligero volando las trancas y fuerte tirando de la carreta; ha de tragar lo que sea y nunca se ha de cagar dos veces en el mismo lugar; no tiene años ni trote malo, y aunque Caballo es Caballo... hay algo que no termina de convencer al amo (es muy alto o muy chaparro, muy gordo o muy renco, muy brioso o muy manso... para acabar pronto, no da el ancho), sabe que le es útil y fiel, que no le da problemas; que mucho de lo que tiene en vida hoy lo hizo con él, y hay querencia y hay amistad, y hay verdad, pero "pos nomas no". Aquel caballito era uno mas del montón, sin nombre ni función propia.
El Caballo de Estampa, es en efecto un animal magnífico; es altivo y elegante, su crin lustroza y su alzada perfecta; patas sólidas, lomos nobles, ancas redondeadas, un relinche casi musical. Objeto del deseo de propios y extraños, razón por la cual el chaman o la pitoniza le dan su limpia al establo y el mayoral le reza la novena a San Felipe y a San Martín Caballero (Dios guarde la hora en que el animal se muera). Nunca se monta a pelo; nunca se monta... Corre ligero y salta con gracia, come solo alfalfa fresca en la tarde y avena en las mañanas, se cepilla dos veces al día y se le deja en el corral de las cuatro hasta las ocho. El patrón lo mira y lo mima, y lo procura y lo idealiza. Lo presume con vehemencia, lo monta con delicadeza casi ridícula, paradito en los estribos de la silla nueva, las manos con guantes de gamusa, la diestra cogiendo la rienda en la siniestra el fuete de cuero café. Toda la devoción y toda la fidelidad consagrada a un ser reflejo de la vanidad propia.
Se volvión su costumbre que estando con el caballito de batalla, hablan del caballo de estampa, atribuyendole virtudes que ve en otros y maquillando con evocaciones los eternos defectos de su inutilidad. Sus amigos, todos hombres muy ricos, por cierto, vieron lo que yo vi en el amo; se había enagenado no con el caballo perfecto, sino con la idea del caballo perfecto y de lo perfecto del caballo de sus ideas y de la idea perfecta del caballo. Y mientras sus amigos se burlaban de él a sus espaldas y mas me angustiaba y mas sufría por él que se había vuelto loco, y que en su locura se había vuelto tanto o mas primitivo como su amado andaluz. Decidí ponerle fin a su sufrimiento.
Esa madrugada, sin despertar a nadie, me salí de la cocina de la casa grande por el huerto, y salté la cerca hacia la caballeriza. Cogí el quinqué de la entrada y me cole por la puerta antes de que el mayoral llegara de la misa de gallo. Me escondí detrás de las pacas de paja del tapanco (subí con mucha torpeza); frente a la flamita del quinqué, esperé a que el amo entrara para llevarse al andaluz. mientras esperaba en la penumbra del tapanco en aquel perezoso amanecer de octubre, vi con detenimiento al dichoso andalúz. de verdad que era hermoso, con la débil luz plateada de la luna desvelada que se colaba por la ventana, su lomo brillaba plateado, y su crin parecía de seda, y entonces en lugar de recapacitar, me convencí mas (algo tan bello no podía ser del amo, ni del mundo, que por igual eran tan malditos). No terminaba de despuntar cuando la puerta de la caballeriza se abrió, y ahi estaba él, caminando decidido como todas las mañanas hacia su posesión mas preciada. Odié ver ese resplandor de plata en el lomo del caballo, como odié su respiración y los súbitos temblores de sus ancas al dormir, y ver al amo amar lo que tanto odiaba me convencieron mas de una cosa... no solo hacía lo correcto, era mi deber por el bien de todos y en especial por el bien del amo.
Con toda tranquilidad mientras el amo se acercaba a acariciarle la frente, aventé el quinqué al suelo justo frente al caballo. El animal vuelto loco, se le fué encima al amo con las patas en el aire. de una patada, su naríz se perdió en un rio de sangre, y en un grito ahogado caída de espaldas golpeandoce la cabeza. Las llamas se extendieron corriendo por entre la paja atrapando al andaluz en una hoguera. El Mayoral y los mozos entraron a sacar al resto de los caballos; el andaluz estaba rodeado por las llamas y el cadaver del amo se chamuzcaba como las vigas, (las putas vigas) que sostenían el tapanco. Toda la tranquilidad de la madrugada se consumía por las llamas de la redención, en un coro inentendible de gritos y relinches.
Aturdido por el humo, el olor a carne quemada y los relinches desenfrenados del andaluz, me arrastré hasta la escalera del tapanco y la bajé casi callendo. Frente a mi estaba la puerta, la vi clarita hasta que, perra suerte la mía, una viga en llamas me callera encima... no sentía las patas traseras, y a los olores del establo en llamas se sumaba el del pelo de mi cola y de mi lomo quemándose... ¿habré alcanzado a aullar? no se si tenía la fuerza para eso, pero si las tuve para esperar a que todos en la casa grande ayudaran a apagar el incendio, y las tuve para ver como la niña, entrara y me viera; se arrodilló con toda la ternura del mundo y me acarició las orejas y el cuello, esa mano mientras recorria mi pelo tiznado, borraba todo rencor, toda falta cometida... ahi si que me sentía morir, y en el último suspiro el remordimiento de conciencia me golpeó en los costados como las patadas que me daba el mayoral cada que mataba una gallina... y es que al hacer esta chingadera no me acorde que hoy asaban el venado que cazaron ayer y del que yo me quería comer las patas.
-Pobre Mato, se murió tratando de salvar a mi papá-
-Pero niña Carmela, el perro no se murió haciendo eso; hoy en la mañana, cuando hiba rumbo a la troje clarito lo vi entrando al establo con el quinqué en el hocico. Ya se lo digo niña, su abuela tenía razón, ese perro era el mismísimo demonio-
-¡Ay Santiago no digas pendejadas!, y ahora vas a decir que tambien era él quien mataba a las gallinas... ¡mira deja de chingar, coge el caballo, ese el de batalla y ve por el cura y da notica de lo que pasó aqui!... un perro incendiando establos ¡¿pero a quien se le pueden ocurrir esas chingaderas?!-
Caballitos de Batalla, Caballos de Estampa:
Hace mucho mucho tiempo, cuando los hombre ricos y poderosos no se desplazaban en lujosos coches alemanes, éstos tenían caballos. Y es que cualquiera que se diera a respetar sin importar su oficio tenía que tener un buen caballo para presumir.
México no es la excepción a esta regla, donde el hacendado, además de ser amo de vidas y obras de todo y de todos los que vivían en sus tierras (incluída las de su servidor, Mato), tenía en su haber caballos y de entre ellos siempre estaba el Caballito de Batalla y el Caballo de Estampa.
El Caballito de Batalla nunca se raja, esta ahí para cargarlo en las buenas y en las malas. Nunca se enferma ni se tropieza; es ligero volando las trancas y fuerte tirando de la carreta; ha de tragar lo que sea y nunca se ha de cagar dos veces en el mismo lugar; no tiene años ni trote malo, y aunque Caballo es Caballo... hay algo que no termina de convencer al amo (es muy alto o muy chaparro, muy gordo o muy renco, muy brioso o muy manso... para acabar pronto, no da el ancho), sabe que le es útil y fiel, que no le da problemas; que mucho de lo que tiene en vida hoy lo hizo con él, y hay querencia y hay amistad, y hay verdad, pero "pos nomas no". Aquel caballito era uno mas del montón, sin nombre ni función propia.
El Caballo de Estampa, es en efecto un animal magnífico; es altivo y elegante, su crin lustroza y su alzada perfecta; patas sólidas, lomos nobles, ancas redondeadas, un relinche casi musical. Objeto del deseo de propios y extraños, razón por la cual el chaman o la pitoniza le dan su limpia al establo y el mayoral le reza la novena a San Felipe y a San Martín Caballero (Dios guarde la hora en que el animal se muera). Nunca se monta a pelo; nunca se monta... Corre ligero y salta con gracia, come solo alfalfa fresca en la tarde y avena en las mañanas, se cepilla dos veces al día y se le deja en el corral de las cuatro hasta las ocho. El patrón lo mira y lo mima, y lo procura y lo idealiza. Lo presume con vehemencia, lo monta con delicadeza casi ridícula, paradito en los estribos de la silla nueva, las manos con guantes de gamusa, la diestra cogiendo la rienda en la siniestra el fuete de cuero café. Toda la devoción y toda la fidelidad consagrada a un ser reflejo de la vanidad propia.
Se volvión su costumbre que estando con el caballito de batalla, hablan del caballo de estampa, atribuyendole virtudes que ve en otros y maquillando con evocaciones los eternos defectos de su inutilidad. Sus amigos, todos hombres muy ricos, por cierto, vieron lo que yo vi en el amo; se había enagenado no con el caballo perfecto, sino con la idea del caballo perfecto y de lo perfecto del caballo de sus ideas y de la idea perfecta del caballo. Y mientras sus amigos se burlaban de él a sus espaldas y mas me angustiaba y mas sufría por él que se había vuelto loco, y que en su locura se había vuelto tanto o mas primitivo como su amado andaluz. Decidí ponerle fin a su sufrimiento.
Esa madrugada, sin despertar a nadie, me salí de la cocina de la casa grande por el huerto, y salté la cerca hacia la caballeriza. Cogí el quinqué de la entrada y me cole por la puerta antes de que el mayoral llegara de la misa de gallo. Me escondí detrás de las pacas de paja del tapanco (subí con mucha torpeza); frente a la flamita del quinqué, esperé a que el amo entrara para llevarse al andaluz. mientras esperaba en la penumbra del tapanco en aquel perezoso amanecer de octubre, vi con detenimiento al dichoso andalúz. de verdad que era hermoso, con la débil luz plateada de la luna desvelada que se colaba por la ventana, su lomo brillaba plateado, y su crin parecía de seda, y entonces en lugar de recapacitar, me convencí mas (algo tan bello no podía ser del amo, ni del mundo, que por igual eran tan malditos). No terminaba de despuntar cuando la puerta de la caballeriza se abrió, y ahi estaba él, caminando decidido como todas las mañanas hacia su posesión mas preciada. Odié ver ese resplandor de plata en el lomo del caballo, como odié su respiración y los súbitos temblores de sus ancas al dormir, y ver al amo amar lo que tanto odiaba me convencieron mas de una cosa... no solo hacía lo correcto, era mi deber por el bien de todos y en especial por el bien del amo.
Con toda tranquilidad mientras el amo se acercaba a acariciarle la frente, aventé el quinqué al suelo justo frente al caballo. El animal vuelto loco, se le fué encima al amo con las patas en el aire. de una patada, su naríz se perdió en un rio de sangre, y en un grito ahogado caída de espaldas golpeandoce la cabeza. Las llamas se extendieron corriendo por entre la paja atrapando al andaluz en una hoguera. El Mayoral y los mozos entraron a sacar al resto de los caballos; el andaluz estaba rodeado por las llamas y el cadaver del amo se chamuzcaba como las vigas, (las putas vigas) que sostenían el tapanco. Toda la tranquilidad de la madrugada se consumía por las llamas de la redención, en un coro inentendible de gritos y relinches.
Aturdido por el humo, el olor a carne quemada y los relinches desenfrenados del andaluz, me arrastré hasta la escalera del tapanco y la bajé casi callendo. Frente a mi estaba la puerta, la vi clarita hasta que, perra suerte la mía, una viga en llamas me callera encima... no sentía las patas traseras, y a los olores del establo en llamas se sumaba el del pelo de mi cola y de mi lomo quemándose... ¿habré alcanzado a aullar? no se si tenía la fuerza para eso, pero si las tuve para esperar a que todos en la casa grande ayudaran a apagar el incendio, y las tuve para ver como la niña, entrara y me viera; se arrodilló con toda la ternura del mundo y me acarició las orejas y el cuello, esa mano mientras recorria mi pelo tiznado, borraba todo rencor, toda falta cometida... ahi si que me sentía morir, y en el último suspiro el remordimiento de conciencia me golpeó en los costados como las patadas que me daba el mayoral cada que mataba una gallina... y es que al hacer esta chingadera no me acorde que hoy asaban el venado que cazaron ayer y del que yo me quería comer las patas.
-Pobre Mato, se murió tratando de salvar a mi papá-
-Pero niña Carmela, el perro no se murió haciendo eso; hoy en la mañana, cuando hiba rumbo a la troje clarito lo vi entrando al establo con el quinqué en el hocico. Ya se lo digo niña, su abuela tenía razón, ese perro era el mismísimo demonio-
-¡Ay Santiago no digas pendejadas!, y ahora vas a decir que tambien era él quien mataba a las gallinas... ¡mira deja de chingar, coge el caballo, ese el de batalla y ve por el cura y da notica de lo que pasó aqui!... un perro incendiando establos ¡¿pero a quien se le pueden ocurrir esas chingaderas?!-
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